- Mar Jul 01, 2003 13:44
#5568
Tengo un buen amigo mío que escribe cositas y artículos sobre motos de campo antiguas en una revista especializada en motos clásicas y voy a reproducir algunos de sus articulines y pruebas de amotos porque están muy bien y a mi me gustan.
AQUELLA CAPPRA DE CANTÓ
Desde siempre me han gustado las motos con ruedas de tacos.
Creo que la primera imagen que poseo de una moto es la de aquella que mi memoria me la presenta como impresionantemente grande que vi en Cantó en la calle de la Princesa en Madrid cuando acompañé a mi padre, por supuesto de la mano, a comprar una Montesa Fura 50 para mi hermano mayor.
Recuerdo que era un día soleado y como casi siempre mi padre tenía que llevarme arrastrando de la mano porque por alguna extraña ley de la Naturaleza yo siempre quería ir en sentido contrario al que él llevaba.
La cuestíon es que mas bien a regañadientes y con mi cara bastante “enfurruñada” me llevó a Cantó en la calle de las Princesa de Madrid para acompañarle a él y a mi hermano porque por fin había consentido en comprarle una preciosa Fura. El caso es que al entrar en la tienda, la impresión que a un enano de cuatro o cinco años como yo le pareció aquel lugar, era que se amontonaban cientos, que digo cientos, miles de motos, y de entre todas ellas sobresalía una que estaba en una especie de pedestal junto a una de las enormes vitrinas de la tienda y que tenía un letrero encima del asiento.
Fue instantáneo, aquella moto se apoderó de mi y ya no recuerdo nada más, únicamente su color medio grisaceo, su enorme tubo de escape y unas ruedas negrísimas llenas de tacos.
Durante años mantuve la imagen de la famosa moto en mi mente y su nombre “Cappra” , que se le había escuchado a mi hermano al referirse a ella en la tienda.
Nunca volví a ver nada parecido a aquello, sobre todo porque creo que los niños pequeños normalmente juegan en los columpios con otros niños y según crecen van subiendo de nivel con los cromos o con las chapas pero nunca con cilindros, escapes y amortiguadores en circuitos de motocross (actualmente sé que no es así sino que en muchos casos los chavales empiezan en las carreras desde muy pequeños , pero es que eran otros tiempos...).
Aquella experiencia me marcó para siempre, ahora estoy seguro de ello, porque sino no se entiende que desde entonces las motos con tacos hayan tenido un protagonismo tan destacado en mi vida.
Pasado el tiempo, te das cuenta que siempre fluyen en primer lugar a tu mente los buenos recuerdos dejando los malos en un segundo plano. Es por eso que las largas excursiones por el monte con los amigos, las carreras durísimas que casi nos hicieron llorar y las motos que al recordarlas nos hacen esbozar una sonrisa típica de culebrón televisivo, forman parte de nuestra persona.
Y la vida sigue y con ella la lógica evolución de la motocicleta. Tras una horquilla convencional de 35 mm y 120 mm de recorrido aparece otra mejorada de 38 mm y 200 mm de longitud y tras esta, una invertida de primera generación y como no podía ser de otra forma estas últimas se ven superadas por las últimas horquillas invertidas de 45 mm de diámetro, pero que duda cabe que la moto que montaba la horquilla de 35 mm nos dejó tan buen sabor de boca que aún nos seguimos acordando de ella con un buen sabor de boca.
Por eso nuestra afición o mejor dicho nuestra devoción por las motos clásicas supone mucho más que un pasatiempo divertido, nos devuelve muchos recuerdos que conservamos por ahí guardados en algún rinconcito de nuestra cabeza y que forman parte de nosotros mismos, como aquella Cappra que vi en Cantó con mi padre, que aun la sigo viendo con la misma majestuosidad y el mismo cariño treinta y tantos años después.
AQUELLA CAPPRA DE CANTÓ
Desde siempre me han gustado las motos con ruedas de tacos.
Creo que la primera imagen que poseo de una moto es la de aquella que mi memoria me la presenta como impresionantemente grande que vi en Cantó en la calle de la Princesa en Madrid cuando acompañé a mi padre, por supuesto de la mano, a comprar una Montesa Fura 50 para mi hermano mayor.
Recuerdo que era un día soleado y como casi siempre mi padre tenía que llevarme arrastrando de la mano porque por alguna extraña ley de la Naturaleza yo siempre quería ir en sentido contrario al que él llevaba.
La cuestíon es que mas bien a regañadientes y con mi cara bastante “enfurruñada” me llevó a Cantó en la calle de las Princesa de Madrid para acompañarle a él y a mi hermano porque por fin había consentido en comprarle una preciosa Fura. El caso es que al entrar en la tienda, la impresión que a un enano de cuatro o cinco años como yo le pareció aquel lugar, era que se amontonaban cientos, que digo cientos, miles de motos, y de entre todas ellas sobresalía una que estaba en una especie de pedestal junto a una de las enormes vitrinas de la tienda y que tenía un letrero encima del asiento.
Fue instantáneo, aquella moto se apoderó de mi y ya no recuerdo nada más, únicamente su color medio grisaceo, su enorme tubo de escape y unas ruedas negrísimas llenas de tacos.
Durante años mantuve la imagen de la famosa moto en mi mente y su nombre “Cappra” , que se le había escuchado a mi hermano al referirse a ella en la tienda.
Nunca volví a ver nada parecido a aquello, sobre todo porque creo que los niños pequeños normalmente juegan en los columpios con otros niños y según crecen van subiendo de nivel con los cromos o con las chapas pero nunca con cilindros, escapes y amortiguadores en circuitos de motocross (actualmente sé que no es así sino que en muchos casos los chavales empiezan en las carreras desde muy pequeños , pero es que eran otros tiempos...).
Aquella experiencia me marcó para siempre, ahora estoy seguro de ello, porque sino no se entiende que desde entonces las motos con tacos hayan tenido un protagonismo tan destacado en mi vida.
Pasado el tiempo, te das cuenta que siempre fluyen en primer lugar a tu mente los buenos recuerdos dejando los malos en un segundo plano. Es por eso que las largas excursiones por el monte con los amigos, las carreras durísimas que casi nos hicieron llorar y las motos que al recordarlas nos hacen esbozar una sonrisa típica de culebrón televisivo, forman parte de nuestra persona.
Y la vida sigue y con ella la lógica evolución de la motocicleta. Tras una horquilla convencional de 35 mm y 120 mm de recorrido aparece otra mejorada de 38 mm y 200 mm de longitud y tras esta, una invertida de primera generación y como no podía ser de otra forma estas últimas se ven superadas por las últimas horquillas invertidas de 45 mm de diámetro, pero que duda cabe que la moto que montaba la horquilla de 35 mm nos dejó tan buen sabor de boca que aún nos seguimos acordando de ella con un buen sabor de boca.
Por eso nuestra afición o mejor dicho nuestra devoción por las motos clásicas supone mucho más que un pasatiempo divertido, nos devuelve muchos recuerdos que conservamos por ahí guardados en algún rinconcito de nuestra cabeza y que forman parte de nosotros mismos, como aquella Cappra que vi en Cantó con mi padre, que aun la sigo viendo con la misma majestuosidad y el mismo cariño treinta y tantos años después.
George, abuelete todoterrenero
Trial y enduro...¿No es lo mismo?
Trial y enduro...¿No es lo mismo?
